Cierto, todos nosotros somos una traducción. Un código diferente y diferenciado, desconocido para los demás que debe ser, necesariamente, traducido. Todos juntos formamos una gran torre de Babel de lenguas y cuerpos esperando a ser comprendidos. El problema es que nadie nos ha enseñador a traducirnos, así que estamos condenados a no entendernos.
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