sábado, 23 de julio de 2011

Caín de José Saramago, 2009.

"Yo soy todas las mujeres, todos sus nombres son mis nombres,
dijo lilith, y ahora ven, ven deprisa,
ven a darme noticia de tu cuerpo"


Siempre he pensado que Saramago era una persona especial, gracias al que una persona se puede sentir orgullosa al pensar: "somos de la misma especie". También llevo años pensando que su obra es (y permitidme el término) lúcida; así es que poco antes de que comenzasen las vacaciones de verano me compré Caín, su última novela.

Caín es una revisión de la tradición bíblica guiada por el primer homicida de la historia, el hermano malo. Los primeros capítulos son divertidos, inteligentes y mordaces, construidos con frases aparentemente inocentes y espontáneas que hacen mucho daño. Como se suele decir: "van directamente a donde duele".

El problema de la novela es que el autor pretende abarcar demasiados pasajes bíblicos sin permitirse la oportunidad de brillar en ninguno de ellos. Caín asiste incrédulo a un gran número de intervenciones divinas del antiguo y nuevo testamento. En mi opinión, al texto le faltan páginas y algo de profundidad. Lo que no quiere decir que no posea una doble lectura. La primera de ellas sencilla: la historia de un hombre condenado a vagar por el espacio y el tiempo como castigo por su pecado. La segunda, mucho más interesante, una crítica a medio camino entre la sutileza y la dureza de las sagradas escrituras y de algo más.

NOTA: 7